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Aunque no me faltaron premios y reconocimientos a mi obra literaria, tanto en Argentina como en México, Ecuador, Paraguay y Cuba, la relevancia (no deseada) que a partir de 1983, cuando regresé a Argentina tras una larga ausencia, se dio a mis ensayos teóricos, terminó opacando mi verdadera identidad, que pasa por el narrador de ficciones que fui desde los diez años y seguiré siendo hasta el final de mis días, por lo que lo privilegio en este portal.

Siempre distinguí entre el placer de la escritura, dado por la ficción, del deber de la escritura, representado por mis ensayos teóricos. Digo “deber”, porque esas obras se originan en la percepción de que la realidad americana era (y es) tan imperfecta e injusta, que no resulta muy ético encerrarse en lo puramente estético, sin hacer nada por transformarlo. Por otra parte, hasta los años 70’ fue común que los escritores, además de sus ficciones, escribieran ensayos, cultivando de este modo el pensamiento analítico. El avance de las ciencias sociales fue desplazando esos escarceos que tanto cultivaran Borges y otros autores de su generación, siguiendo una antigua tradición europea, y el escritor empezó a ser mirado con desconfianza cuando exploraba a la vez los lenguajes de la ciencias humanas, con lo que se lo compulsaba a optar por un lenguaje u otro.

El centro de mi mundo narrativo, dado por Tucumán, se condensa en cinco libros, que por tener algunos personajes comunes y cierta continuidad pueden entenderse como un ciclo. Ellos son las novelas Territorio final (1987), Portal del paraíso (1983), Sacrificio (1991), Las montañas azules (2006) y un volumen de cuentos que trabaja en sus intersticios, titulado El ropaje de la gloria. (1997). Se trata de una inmersión profunda tanto en la historia de esa provincia del Noroeste argentino como en la memoria familiar y personal, que se cruza en muchos puntos con la anterior. El objetivo no es indagar la historia, sino rescatar la esencia poética de un mundo, desplegándome en un tiempo que va desde las guerras de la Independencia hasta los crueles años de la última dictadura militar.

  Vinculado a lo anterior, y también a lo que fui absorbiendo en mis estudios antropológicos, están los mundos indígenas, abordados –aunque fuera del canon del regionalismo- en novelas como Viejo camino del maíz (1979), Sol que regresa (1981), Karaí, el héroe (1988), La estirpe de Kedoc (2004) y tangencialmente en otras.

Desde que en buena medida soy el producto de mis viajes, dedico otro ciclo de novelas a la aventura. Ella comienza con La gran noche (1993),  basada en un viaje solitario que hice a los 26 años por el África Occidental y Central, y se continúa con Tierra incógnita (1994) novela del mar que transcurre en el Océano Pacífico y la costa de la provincia de Esmeraldas, en Ecuador. Tanto esta última, como El desierto permanece (2006), que transcurre en el África Oriental, producto de un largo viaje a esa región, pueden tomarse, por su denso clima, como un tributo a Joseph Conrad. Una larga parte de mi novela El callejón del silencio, que ubico en el ciclo siguiente, transcurre en Mozambique. Cierra este ciclo mi novela La eternidad (2016), que tiene como escenario Argentina, Ecuador, México, el Océano Pacífico otra vez, las Islas Marquesas y cinco países de África (Kenya, Tanzania, Uganda, Liberia y Angola). También entrará en este ciclo otra novela fe próxima terminación, titulada La marea de la sombra, que transcurre en gran parte en el Sahara egipcio.  

Por último, estaría un ciclo que se convirtió sobre la marcha en trilogía, centrado en la compleja relación entre lo real y lo imaginario, dialéctica que a menudo hace de la ficción algo más real que la llamada realidad, en la medida en que ella deviene un aceite esencial de la vida, mientras que la llamada realidad está colmada de hechos que nada significan. Conforman este ciclo El exilio de Scherezade (2009), El callejón del silencio (2011) y La vida no basta (2012).


En definitiva, una larga travesía por la tierra para poder palpar su respiración. De mi obra antropológica encontrarán suficientes referencias en la correspondiente entrada de este blog. 

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